Codicia – La Atracción de la Opulencia
Según Gordon Gekko, un inversionista del mercado de valores, valorado en más de 650 millones de dólares: "La codicia es buena. La codicia funciona." Los analistas de la cultura definieron los años 80 y 90 como "las décadas de codicia" -- haciendo de la codicia algo no solamente aceptable, sino digno de promover. En un escandaloso intento de romantizar la codicia, miles de concursantes recientemente compitieron para casarse con un hombre con el que ellas nunca habían salido, y al que ni siquiera conocían, simplemente porque era "multimillonario." ¿La acumulación de dinero realmente conduce a la felicidad? "Continuamente encontramos que las personas que dicen que el dinero es lo más importante para ellas son (las más infelices)," dice Kennon Sheldon, un psicólogo de la Universidad de Missouri, en Columbia. Los investigadores encuentran que existen "muchos elementos que [los ganadores de la lotería] quieren, que una vez obtenidos, en realidad no traen la felicidad duradera. . . depresión clínica de los ganadores de la mega-lotería."1
La codicia nunca es buena, ni tampoco sirve ningún buen propósito. Ya que nunca podremos alcanzar todo lo que deseamos, la codicia nos trae descontento. Nuestra codicia finalmente nos destruye a medida que endurecemos nuestros corazones, ignorando las necesidades de otros. Finalmente, la codicia nos motiva a tomar malas decisiones que nos hunden en la destrucción (Proverbios 28:20, 22, 24–25, 27).
Codicia – Una Enfermedad Materialista
Aunque pocos de nosotros somos millonarios, es fácil ser víctima de la codicia. Cuando nuestro deseo por las posesiones de otros se arraiga, genera codicia. Nuestro materialismo se vuelve insaciable a medida que tratamos de adquirir objetos que están más actualizados, o que son más impresionantes que los de nuestro vecino. En el libro de Tim Kasser, El Alto Precio del Materialismo, él presenta evidencia de cómo la inseguridad engendra materialismo.2 La publicidad explota nuestros sentimientos de insuficiencia para proporcionar esa casa personalizada, unas vacaciones familiares de cinco estrellas, o simplemente poseer todos los aparatos de alta tecnología. Kasser sugiere que el materialismo, es decir, la codicia:
Codicia – Un Mar Fétido
Sin darnos cuenta, habitualmente practicamos la codicia a través de nuestro egoísmo. Hasta algunos predicadores pueden ser culpables de codicia (Primera de Timoteo 6:5-6). Al redirigir nuestras ambiciones y deseos para el beneficio de otros, vencemos nuestra naturaleza codiciosa. El apóstol Pablo dijo: "Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido" (Hechos 20:33–34). Pablo habitualmente practicaba la generosidad, en lugar de la codicia.
Practicar la generosidad también nos protege de los efectos mortales de la codicia. El Río Jordán, en Israel, continúa siendo una fuente de vida al desembocar en el Mar de Galilea y de allí al Mar Muerto. Muy probablemente, Pablo fue testigo de la rica irrigación del Mar de Galilea, así como de los abundantes recursos pesqueros. En contraste, el Mar Muerto no tiene salida, robando con avidez la humedad de la árida región. Tanto hombres como animales rehúsan beber de sus amargas aguas. No contienen ningún tipo de vida, excepto unos pocos tipos de microbios -- los peces marinos que son colocados en sus aguas, mueren rápidamente. La codicia hace que nuestras vidas también se vuelvan fétidas ante Dios. Pero una vida que fluye abundantemente comparte todo lo que Dios nos ha dado. Cuando damos, prosperamos de veras y somos saciados (Proverbios 11:24–25).
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